Y es que las mujeres sois muy raras, nunca queréis oír lo que pensamos. En realidad, lo que queréis es oír lo que pensáis vosotras mismas, pero con un tono de voz más grave. Así que en ese momento cuando te dejan por primera vez, todo te da igual, en serio, nada te importa lo más mínimo. Qué coño, si hasta pensé que podría estar mejor sin ella ¿Por qué no? Era joven, tenia buena salud, un buen trabajo remunerado, un cuerpo ligeramente atocinado pero aún muy sexy, por tanto, creí que esa sería una buena oportunidad para volver a divertirme.
Si ella quería divertirse, ¿por qué no iba a poder hacerlo yo también? Volvería a convertir mi pisito de alquiler en todo un picadero de jóvenes descarriadas. Montaría mi propio "night club", crearía el harén soñado por cualquier sultán saudí. Volvería al mercado sin exclusiones, bailarinas, camareras, funambulistas de circo, hasta incluso testigas de Jehová. No tendría piedad con nadie. Si no me quiere, ella se lo pierde, no voy a obligarla por la fuerza a quererme.
Aún recuerdo como si fuera ayer aquello que me dijo. Todavía hoy me parece increíble lo que me recriminaba mientras se marchaba. Parece como si la viera todavía con sus dos coletitas rubias, sus pantalones ajustados LEVI´S 501 y esa camiseta azul. Esa camiseta que le compré cuando estuvimos de camping en Benidorm aquel verano tan bonito y romántico. Ella sostenía que quería una nueva experiencia, una nueva vida, conocer gente diferente, ir a esquiar, a bailar, hacer un viaje de mochilera por Europa; que conmigo solo iba al cine y a cenar al chino de la esquina. Pero es que a mí me gusta mucho el cine y el restaurante chino tenía un descuento de estudiante tan bueno que no podías dejarlo pasar. En fin, que ella no era así, que tenía inquietudes, ganas de vivir, de participar; que nunca nos reíamos juntos. Eso tengo que aclarar que no era cierto. Yo siempre me reía, a veces incluso hasta me carcajeaba casi de cualquier cosa.
¿No podía haberme dicho todo esto antes de comprometerme? Se atrevió incluso a decirme que al principio era distinto. Por supuesto, es verdad que todo el mundo es diferente al comienzo, es natural, tienes que impresionar a la otra persona. Pero ¿qué pretendía? ¿que estuviera así siempre? Me habría dado un colapso cerebral y hubiera fallecido por acumulación de alborozamiento sensiblero. Al final, se despidió con un frío, hiriente y desgarrador ¡adiós!
Poco después, cuando por naturaleza animal masculina, intentas de nuevo salir al mercado, ya sabéis, de cacería, me di cuenta de que, claro, me faltaba práctica, hacía años que no miraba a otra mujer. Por tanto, te percatas de que te has convertido en aquel tipo, sí, ya sabéis, ese desesperado que está en la barra de aquella discoteca de preadolescentes, con un DYC aguado con Coca-Cola en la mano derecha y, en la izquierda, un Marlboro boquillero sujeto en dos dedos amarillentos por la nicotina.
De repente, esas chicas no te ven nada divertido, no se sienten atraídas por ti y no te encuentran atractivo físicamente. Hay que entender que no es nada personal; es sólo el paso del tiempo que te veas tan desesperado. Que tengas una cara antigua, que en la coronilla claree algo más que un poco de cartón y que no pares de pedirle al discjockey de la disco el “Saturday Night” de Whigfield también ayuda a esa mala imagen. Y claro, sólo te queda suicidarte de manera interno vaginal.
Tal vez, como último recurso, puedas contratar algún servicio ADSL, comenzar tu periplo entre los diferentes chats ciber-sexuales existentes en la red con la esperanza de engañar a alguna incauta que acepte visionar tus genitales por cámara web, mendigando, siempre muy dignamente, ver alguna que otra teta.
"El hombre con peor suerte del mundo".